domingo, 16 de octubre de 2011

Porque la voy a extrañar, un toque.


“Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas”Lo escribió Jack Kerouac y sin embargo cuando leí esa parte de “En el camino” la escuché a ella. Porque en eso anda ella siempre, buscando por la vida esa clase de personas que le escapan a los lugares comunes, que van un poco más allá, esas que no están del todo bien, las que le dan a la vida otra vuelta de tuerca y por eso arden, al igual que arde ella. Mi amiga Maki, la que un día, sin más, se fue a vivir a Europa, el pretexto, tal vez, acompañar a su familia, la verdadera razón, creo yo, encontrarse ella. Se iba por un año y se quedó tres. Lo conocido, lo de siempre, se fue haciendo cada vez más chiquito. Se encontró, se sintió libre caminando por las calles de Madrid, se sintió auténtica, despojada y feliz. Por eso volver le costó, porque, sin dudas, la que volvió no era la misma que se había ido, o sí pero transformada. No pasaba, solo por haber vivido unos años en otra ciudad, otro país, otro continente, pasaba por volver siendo otra o mejor dicho siendo ella por primera vez, la que había elegido ser. Un tanto perdida, desencajada, con los pies en Buenos Aires y el corazón en Madrid, así la percibía al principio yo, pero, ¿cómo no la iba a entender? Claro que la entendía y la escuchaba cuando aterrada me preguntaba cómo hacía la gente que no se cuestionaba nada, ¿cómo hacen?, me preguntaba, te juro que a veces me gustaría, me decía, no pensar más, no plantearme nada, para no tener este lío en la cabeza. Lo decía pero las dos sabíamos muy bien que esa no era una salida, porque, como le respondía yo, esa gente en definitiva no siente nada. Yo la escuchaba, entendía lo que le pasaba, pero más que nada la admiraba, no se si se habrá dado cuenta, pero me conoce y sabe que soy bastante corta de palabras. La admiraba, por animarse, por salirse del libreto, como la admiro ahora porque pudo acomodar su corazón, re descubrir Buenos Aires, sentirla suya de nuevo, porque pudo plantarse, mostrarse sin miedos, porque llegó el día en que al fin también, se sintió libre caminando por las calles de Buenos Aires, se sintió auténtica, despojada y feliz. Ahora se que uno de los secretos para llegar a ser como queremos ser, es aferrarnos a esas personas que buscan lo mismo que uno, como lo hace Maki y como de alguna manera trato de hacerlo yo, aferrándome a ella.