lunes, 9 de noviembre de 2009

Carlos y Ana

La vida pasa volando, recién hoy soy consciente de la exactitud de esa frase. Aunque ahora los días parezcan años encerrado en este cuarto blanco, con casi ochenta y siete años de existencia soy capaz de afirmarlo. Que ya no soy el mismo es otra verdad irreparable, mi cuerpo me abandonó y mi corazón, Dios sabe que mi corazón esta a punto de hacerlo también. Con todo, cada tanto me reconozco, como hace dos horas cuando le miré las tetas a Eleonora. Sumergido en el idílico escote que albergaba esos maravillosos pechos, de repente sentí un impulso desbocado de arrancarme el suero y proyectarme contra ellos, es en esos momentos que vuelvo a ser un poco yo, intruso en este frasco viejo que aún así conserva aquel aroma desfachatado. Y a mi lado, Ana, la incondicional Ana, de tetas menos perfectas pero mías, ahí está sentada, tragándose las lágrimas, leyéndome el diario, arreglándome el pelo, levantando la persiana para que entre el sol. Sabe que cada vez estoy más lejos, que la despedida se acerca, mi indestructible Ana igualmente se queda y de vez en cuando me encuentra, como hace un rato, cuando me comentó del agraciado busto de la enfermera.

2 comentarios:

  1. quiero que alguien me diga que soy indestructible, como Ana, la incondicional

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  2. Aqui marigan, si que me gusto este, felicitaciones a ti machin!!

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