lunes, 30 de noviembre de 2009

Clara

Esta vez no iba a permitir que el impulso se apaciguara, estaba dispuesto a concretar lo que hace meses venía postergando. Ese había sido su error todo este tiempo, controlar el impulso, estaba seguro que era eso porque ganas no le faltaban. Entonces esa noche, cuando Clara, como de costumbre, arrancó con su maquiavélico juego de incesantes recriminaciones, Lucas haciendo caso omiso de lo que escuchaba, sin decir nada se levantó de la mesa, caminó con pasos agigantados hacía el cuarto y agarró el bolso que estaba debajo de la cama, por fin iba hacerlo y nada se lo iba a impedir. Clara lo siguió nerviosa, siempre la habían alterado sus silencios, pero lo que más la alteraba esa noche era ver la firmeza con la que su marido actuaba, desconcertada levantó aún más la voz y continuó acosándolo con reproches, su marido no iba a abandonarla, no era capaz de semejante hazaña. Estaba harto de sentir culpa, esa culpa condicionante que lo paralizaba, que lo forzaba a permanecer en una vida que no quería, sumido un una relación oscurecida por el rencor. Sin embargo esta vez iba a ser diferente, esta vez ni la culpa lo reprimiría de consumar su más profundo deseo y convencido de que lo que hacía era lo correcto, fue guardando lo indispensable en el bolso. Sabía que tenía que enfrentarla pero ni siquiera le era posible levantar la vista para mirarla, procuraba evitar que sus ojos lo persuadieran a quedarse. Para esta altura Clara ya estaba enceguecida por el odio que le generaba ver a Lucas a punto de concertar la huída, porque eso era lo que estaba por hacer, el muy débil iba a escaparse, pero ella no lo iba a dejar, no iba a permitírselo aunque fuera lo último que hiciese. De pronto Clara enmudeció y Lucas supo que era su momento de hablar, de decir su verdad, tal vez ella se había calmado porque en el fondo, como él, sabía que separarse era lo mejor, que continuar así se había vuelto insostenible para los dos. A punto de confesarle que se iba porque ya no podía soportar más que ella trasladara todas sus frustraciones en él, sacó sus ojos del bolso y se dispuso a mirarla pero cuando se animó Clara ya no estaba ahí. Inquieto, empezó a llamarla, ¿dónde se había metido?, la buscó en el baño, siguió por el pasillo y llegó hasta el living pero tampoco la encontró ahí, se dirigió a la cocina, ni rastros de Clara, corrió a la puerta de entrada y al tratar de abrirla cercioró que estaba cerrada, notó que las llaves estaban puestas en la cerradura, fue en ese instante que lo aturdió el timbre, alguien estaba del otro lado, ¿era ella?, ¿pero cómo había hecho? Confundido abrió la puerta, unos ojos turbados lo esperaban, automáticamente giró su cabeza hacia la ventana del comedor, estaba abierta. El encargado no tardó en confirmarle su sospecha. Al fin y al cabo, esa noche tampoco pudo hacerlo, una vez más, su mujer había logrado salirse con la suya.

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